lunes, 8 de septiembre de 2014

Viento a favor

Cierto es que mi conocimiento de temas navales y funcionamiento de barcos es algo limitado, y que aunque durante un tiempo tuve oportunidad de descubrir algo más sobre ese tema, me quede en lo que sabe todo ciudadano de a pie.
Funcionan a motor y con alguna clase de combustible que se me escapa... Los de vela tienen la opción de surcar los mares tanto a motor como a vela dependiendo del viento que les acompañe... Algunos se dejan ir a la deriva y que sea el propio mar el que marque su rumbo y su destino.
Afortunadamente mi barco va unos pasos por delante, funciona a base de luz... 
La luz de mi vida marca un ritmo... una velocidad constante... usando combustible inacabable e insustituible... llenando todos y cada uno de los recovecos... camarotes... cubiertas... butacas... que existen en mi barco y sabe muy bien como y cuándo hacer en cada momento y situación aunque sólo una década tenga de experiencia al timón.
No hace falta más, es así de sencillo, el simple hecho de saber que mi barco va a tener un nuevo encuentro con ella y que sus brazos son el mejor puerto donde  podre atracar, hace que la energía y la fuerza renazcan y zarpe sin dudarlo en su búsqueda.
Hasta hace bien poco mi barco iba a velocidad constante a diario hasta que llegase ella y pusiese los motores a toda máquina con una simple sonrisa... 
Pero en el corto periodo de tiempo de menos de un mes, he descubierto que mi barco también funciona a vela, un funcionamiento lento y constante, con visas a ir mejorando y creciendo a cada día,  que deja una sensación de satisfacción enorme y duradera. Es una experiencia nueva... satisfactoria... divertida... ilusionante...
Normalmente en periodos sin la luz de mi vida, mi barco estaba en el astillero reparando heridas que siempre volvían a salir con su marcha, pero desde ese momento en que el viento empezó a soplar a favor y la vela se abre en toda su elegancia y magnitud, las visitas a los astilleros han disminuido de una manera importante.
Ni que decir tiene, que en esos días en que el viento sopla a favor y los motores están en su máxima potencia, mi barco va sin freno... disfrutando... aprendiendo... sintiendo... dejándoselo llevar por esas dos fuerzas que están conmigo y que no se ni quiero dominar, sólo vivirlas y aprovechar cada segundo junto a ellas.

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